La percepción del Tiempo


Definitivamente el cerebro de los físicos debe ser diferente al del resto de los seres humanos. Y no porque sean capaces de manejarse entre intrincadas y diabólicas ecuaciones matemáticas, o disfruten elaborando complejísimas teorías sobre el caos, el origen del Universo, o sobre la naturaleza de la materia. Es que incluso con algo tan natural y cotidiano como el concepto del tiempo, se obstinan una y otra vez en describirlo de una forma que escapa del sentido común.

Por ejemplo, es de una obviedad pasmosa que el tiempo pasa, basta con mirar las fotos de nuestra primera comunión para darse cuenta de ello. Hasta estructuramos nuestra gramática en tres tiempos verbales: pasado, presente y futuro. Pero para los físicos este evidente fluir del tiempo es un engaño de nuestros sentidos. Uno de sus más idolatrados gurús, Albert Einstein, decía: "Pasado, presente y futuro son sólo ilusiones, aunque son ilusiones pertinaces". Los físicos prefieren asumir que el tiempo está ya desplegado en su completitud, como un paisaje temporal, análogo al espacial, que ni transcurre, ni fluye.

Y ya que hablamos de espacio, todo el mundo sabe que una cosa es el tiempo y otra muy distinta el espacio, que una cosa es el cuándo y otra el dónde. En cambio los físicos defienden que espacio y tiempo están íntimamente ligados en lo que denominan espaciotiempo, una suerte de entramado extraño en el que existe todo nuestro Universo. Pero no contentos con esto, aseguran que este espaciotiempo tiene "forma", y que esta ¡depende de la masa y energía contenida en cada punto de dicho espaciotiempo! Y es que como defiende su Biblia particular, la Relatividad General, la materia y la energía deforman el espaciotiempo hasta el punto de que en las inmediaciones de un objeto extremadamente denso como un agujero negro, el tiempo se ¡curva!, ¡y se dilata! ¡Qué sinsentido!

Y ya que estamos con relatividad, la teoría de la Relatividad Especial (¡maldito Einstein!) rompe con algo sagrado: la democracia del tiempo. Lo que faltaba, ¡ahora ni tan siquiera el tiempo es igual para todos, ahora todo depende de nuestra velocidad relativa! Y es que según esta teoría, conceptos como simultaneidad pierden su valor absoluto. Dos sucesos que tengan lugar en el mismo momento, si se observan desde un determinado sistema de referencia, pueden ocurrir en momentos distintos si se contemplan desde otro. ¡Incluso ya ni tan siquiera tenemos porque cumplir años al mismo ritmo!, ¡envejeceremos más o menos rápido según el valor de nuestra velocidad relativa! ¡Indignante!

Y ya solo quedaba la Mecánica Cuántica, el libro sagrado del mundo microscópico, para terminar de arreglar el asunto. Ahora resulta que a escalas microscópicas, el espacio y el tiempo pierden su aspecto continuo, y se comportan como una especie de salteado de verduras que para colmo, fluctúa.

En fin, podríamos seguir enumerando teóricas rarezas temporales, como que espacio y tiempo son solo cuatro de las once dimensiones que conforman la realidad, o que a escalas suficientemente pequeñas el espaciotiempo se comporta como un fractal en el que se generan agujeros de gusano (microscópicos embriones de una posible máquina del tiempo), o que existen muchos futuros alternativos, cada uno con su propia probabilidad, o lindezas similares. Y encima nos quieren hacer creer que el tiempo es así, que es la percepción del tiempo por parte de nuestro cerebro la que nos engaña, la que nos hace creer que el tiempo transcurre de un modo continuo, tranquilo y plano desde el pasado hacia el futuro. Definitivamente el cerebro de estos físicos no funciona como el del resto de los mortales.