Al inicio de la época de los grandes descubrimientos y de las exploraciones oceánicas, los navegantes europeos contaban con medios muy poco fiables para emprender una travesía marítima de larga duración (algunas cartas náuticas, una brújula para marcar el rumbo, técnicas rudimentarias para calcular la latitud y, desde finales del siglo XVI, la corredera para calcular la velocidad del barco). A lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII, se produjo en la Europa occidental el paso del llamado arte de navegar a lo que hoy día conocemos como navegación astronómica. Este proceso estuvo jalonado por la introducción de un conjunto de técnicas astronómicas destinadas al cálculo de la posición geográfica de un navío, es decir, la determinación de la latitud y la longitud en alta mar. Durante toda la Edad Moderna, la solución al problema de la longitud en alta mar dio lugar a numerosas iniciativas oficiales desde los gobiernos de todos aquellos países que querían ser considerados potencias marítimas. El interés de los estados, motivado por cuestiones tan prácticas como la mejora de las comunicaciones o la reducción del número de naufragios, incidiría directamente en el desarrollo de la astronomía práctica, en la creación de observatorios navales y en el fomento de la divulgación de los nuevos métodos de navegación entre todos los marinos.
A lo largo de la charla intentaremos repasar la evolución de ese proceso, teniendo siempre en cuenta lo que ocurría en la Península Ibérica. La etapa de expansión de los grandes descubrimientos coincidió con la redacción de los grandes tratados del arte de navegar que vieron la luz en el siglo XVI y con el perfeccionamiento de los métodos e instrumentos diseñados en la última parte de la Edad Media. Más adelante, la profunda crisis española del siglo XVII también se dejaría sentir en todo lo relacionado con la navegación, en un período en el que España quedaría aislada de la evolución política y científica registrada en el resto de Europa. El Siglo de las Luces, caracterizado por el impulso económico y por la política de control marítimo auspiciada por la nueva dinastía borbónica, registraría un aumento de las aportaciones españolas a la navegación, especialmente en el último tercio de la centuria.